¿Cuánto tiempo perdemos en el trabajo? (pista: demasiado)


¿Cuánto tiempo perdemos en el trabajo? (pista: demasiado)
Aunque cueste creerlo, dedicamos más de la mitad de nuestro tiempo en el trabajo a tareas improductivas. ¿Cómo podemos evitarlo? Con un cambio de prioridades: primero lo realmente productivo, y luego el resto, intentando no dedicar mucho tiempo a tareas no relacionadas directamente con nuestro trabajo.
Lunes por la mañana. Llegas puntual al trabajo y te dispones a encender el ordenador como cada mañana. Mientras la máquina va accediendo al sistema y cargando todo lo necesario, echas un rápido vistazo a la mesa intentando recordar cómo dejaste tus asuntos el viernes. De ese momento de concentración te saca abruptamente una llamada de teléfono de un compañero de trabajo pidiendo información sobre un asunto. No has terminado de colgar y ves una sombra detrás acechante: tu jefe viene ya y con cara de pocos amigos para recordarnos que nos esperan en la sala de reuniones... Así transcurre la mañana y posiblemente el resto del día. ¿Cuánto tiempo has dedicado realmente al trabajo?
Es curioso, porque dependiendo de los puestos, una persona puede pasarse semanas enteras a tareas no productivas y pese a ello, sentirse realmente estresados. Es decir, que a uno le contrataron para desempeñar cierto trabajo y debido a estas interrupciones, reuniones o gestión del correo, apenas tiene tiempo para centrarse en su trabajo. Esta confusión de roles hace que creamos que somos muy productivos cuando en realidad nos hemos convertido en una peligrosa carga para la organización: hemos dejado de producir y nos hemos convertido en un coste puro y duro para la empresa. Ahora bien ¿cuánto tiempo perdemos realmente en el trabajo? Un estudio demuestra que de media, la mitad de las horas van por el desagüe.


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Máquinas de perder el tiempo

Es decir, que el empleador únicamente obtiene rendimiento de la mitad de las horas que nos paga. Dicho así, uno podría pensar que el trabajador en un haragán que pierde su tiempo en Facebook, pero no, lo triste del asunto es que es la propia empresa la que le obliga a perder el tiempo. ¿Eh? ¿Es esto cierto? Pues sí, el detalle de la dedicación horaria de ese sangrante estudio no deja lugar a dudas: dedicamos un 14% a la gestión del correo, un 16% a reuniones y la friolera de otro 14% a tareas administrativas. El resto, hasta llegar a un 55%, lo perdemos en interrupciones, llamadas y gestiones no directamente relacionadas por nuestra labor. Sin darnos realmente cuenta de ello, nos hemos convertido en unas máquinas de perder el tiempo.
Al final de mes, apenas dedicamos un 45% de nuestro tiempo al trabajo por el que se nos contrató, y como puedes ver, es el propio sistema el que genera esta tremenda ineficiencia. Si lo piensas bien ¿realmente es necesario estar pendiente del correo cada poco tiempo? ¿Hay que reunirse tantas veces? ¿Por qué hay que rellenar memorandos o perder el tiempo en gestiones internas? Al final, la organización se convierte en un monstruo que hay que alimentar, y cuanto más grande sea la empresa, más necesario será el tiempo que habrá que dedicar a atender su estructura y procedimientos. Y eso sin tener en cuenta el tiempo que perdemos humanamente para asuntos personales, como echar un ojo a redes sociales o las llamadas que tengamos que hacer.


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Recuperar el 'espíritu start-up'

¿Cómo poner fin a este despropósito? Son muchos los expertos que recomiendan un decálogos sobre cómo optimizar las reuniones, mirar el correo cada equis horas o evitar interrupciones. Todas estas medidas son eficaces y sin duda que tendrán un impacto muy positivo en el rendimiento general de los trabajadores, pero si lo piensas bien, este extraño fenómeno no sucedía en los primeros años de vida de la empresa. Demasiado trabajo y hambre por facturar evitaban que el tiempo se escapara entre los dedos. Visto así, realmente lo más efectivo será recuperar el 'espíritu start-up' que evitaba perder un sólo segundo en tareas que no sean de alto rendimiento, evitando así que nuestro salario se dilapide en funciones que no reportan ingresos directa o indirectamente.
Se trata de un cambio de esquemas en el que el trabajador y la propia organización deben volver a establecer las prioridades ¿Quiere esto decir que se acaba la estructura y los procedimientos internos? Para nada, porque esta medida llevaría al caos y esto sí que sería realmente improductivo. Se trata de buscar un equilibrio entre el tiempo que dedicamos a las necesidades internas de la organización y a tareas productivas: cuanto más sea a las segundas y menos al segundo, iremos en la dirección adecuada. Y en cualquier caso, el empleado puede comenzar ya a aplicar sus propios cambios centrándose primero en su propio trabajo e intentando blindarse, en la medida de lo posible, de las interrupciones, evitando reuniones, apagando el móvil o leyendo el correo un par de veces al día. Por algo se empieza...



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